La Iglesia del Pacto se enfoca en lo que une a los seguidores de Jesucristo antes que en lo que los separa. El centro de nuestro compromiso es una fe clara en Jesucristo. La centralidad de la palabra de Dios, la necesidad del nuevo nacimiento, un compromiso con la misión integral de la Iglesia, la Iglesia como comunidad de creyentes, y la dependencia consciente del Espíritu Santo forman los parámetros en los cuales se experimenta la libertad. Aquí los seguidores de Cristo encuentran la seguridad para ofrecer libertad los unos a los otros en asuntos que de otra forma los dividirían.

 

Libertad es un concepto frecuentemente malinterpretado. En la cultura occidental libertad se entiende como autonomía e independencia. Nadie, sin embargo, puede ser totalmente autónomo e independiente. La libertad auténtica se manifiesta en una correcta relación con Dios y con los demás. Es por esta razón que la libertad en Cristo es tan altamente valorada en la Iglesia

del Pacto.

 

Libertad es un don de Dios en Cristo a todos aquellos que están dispuestos a recibirla. Si vosotros permaneciereis en mi palabra, dijo Jesús, "conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31b-32).

Liberación es uno de los principales temas de la Biblia. Temprano en su historia, el pueblo de Dios fue liberado de la esclavitud de Egipto y comenzó su largo peregrinaje hacia la tierra prometida. La historia

continúa con el trabajo liberador de los jueces, quienes libraron a Israel de sus enemigos. El más ilustre rey de Israel, el rey David, los liberó de los filisteos y estableció un reino comprometido con el Dios de Israel.

 

Pero ese reino no permaneció. Las Escrituras hebreas terminan con Israel otra vez bajo la esclavitud de sus enemigos, pero esperando la promesa de la liberación de Dios. Por medio de esta historia la libertad del pueblo de Dios no es sólo libertad de, sino de libertad para. Ellos fueron libertados de Egipto para adorar y servir a su Dios. En su ley ellos son llamados no sólo a servirse los unos a los otros, sino también a servir a los extraños, los extranjeros, la viuda y el huérfano a todos quienes sufren y han sido marginados por las circunstancias amargas de la vida.

 

Jesús vino como el ungido de Dios a continuar el programa liberador

de Dios. Él nos hace libres, según Pablo, del poder que tenía el pecado para condenar, controlar y destruir. El pueblo de Dios no está sin pecado, pero encuentra en la muerte y la resurrección de Jesús la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Pero, en las Escrituras hebreas, esta libertad nunca es simplemente personal e individualista. Por el poder de su Espíritu que da vida, Cristo nos traslada a un nuevo reino un reino donde la luz, la vida y el gozo prevalecen.

 

Cristo nos libertó para que vivamos en libertad (Gálatas 5: 1a NVI). Así capacitado, el creyente no sólo busca obedecer y seguir a Dios, sino también efectuar la liberación de otros de sus pecados y opresiones. Esta libertad es en Cristo. Por gracia Dios hace de unapersona, según Lutero, un señor perfectamente libre de todos, no sujeto a nadie y al mismo tiempo un siervo perfectamente obediente a todos, sujeto a todos. Para Pablo tal libertad significa que los creyentes son liberados de las opresivas restricciones de la cultura y de los credos para vivir en una nueva realidad: Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo (Gálatas 3:28).

 

La verdadera libertad se encuentra en esta tensión creativa entre el espíritu de señor y de siervo. Dios quiere que las personas sean lo que él quiso que fueran al crearlas en perfecta libertad. Esta libertad no es para auto-indulgencia, sino para servir a la comunidad y al mundo movidos por el amor a Dios (Gálatas 5:13).

 

La Iglesia del Pacto ha buscado honrar las tensiones inherentes de esta libertad. La Iglesia del Pacto ha entendido que la palabra de Dios es soberana sobre cualquier interpretación humana que se haga de ella incluyendo su propia interpretación. La libertad del Pacto opera dentro del contexto establecido por otros principios que la Iglesia del Pacto considera primarias, particularmente la autoridad de la Escritura.

Dentro de estos parámetros el principio de libertad se aplica a asuntos doctrinales que pueden llevar a la división. Con una modestia que nace de la confianza en Dios, los del Pacto se han ofrecido unos a otros la libertad teológica y personal cuando los datos históricos y bíblicos parecen permitir una variedad de interpretaciones de la voluntad y los propósitos de Dios.

 

Esto a veces ha llevado a la controversia en asuntos tales como el bautismo, la segunda venida de Cristo, la naturaleza precisa de la inspiración o cómo debe entenderse el sacrificio vicario de Cristo, y varios asuntos de vida y práctica. Sin embargo, ha permanecido constante el compromiso con la Biblia como la palabra de Dios y con el consenso histórico en la interpretación que ha hecho la Iglesia cristiana. Este compromiso con la libertad ha mantenido unida a la Iglesia cristiana cuando hubiera sido más fácil romper la comunión y dividir el cuerpo de Cristo.

 

Para algunos tal libertad no es ninguna libertad. Les gustaría más bien tener claras las órdenes de marcha desde una fuente inapelable de autoridad, en vez de cargar con la responsabilidad de decidir. No es fácil ser libre. Pero tales limitaciones con la libertad no muestran sabiduría sino inmadurez. Muestran personas que no han llegado a su mayoría de edad como herederos de los buenos dones de Dios (Gálatas 3:23-29). Sin embargo, buscar libertad por la libertad es perderla. Libertad no es auto-indulgencia o auto-engrandecimiento, sino servir y amar a Dios, en quien solamente se encuentra la verdadera libertad.

 

La Iglesia del Pacto atesora esa libertad en Cristo y reconoce, como uno de nuestros padres lo dijo, que la libertad es un don y el último de todos los dones para madurar. Mientras tanto habrán preguntas y conflictos. La completa madurez y el entendimiento pleno nos esperan en el día cuando los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos (Apocalipsis 11:15).

 

Mientras tanto nos ofrecemos unos a otros la libertad, ya que para la gente del Pacto libertad no es algo que reclamamos para nosotros mismos, sino que la ofrecemos a otros. Haciendo esto simplemente compartimos el don de la libertad que Dios nos ha dado en Cristo Jesús.


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