La Iglesia del Pacto declara su posición respecto a las escrituras como sigue: La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la palabra de Dios y la única regla perfecta de fe, doctrina y conducta. Cuando Philipp Jakob Spener presentó su propuesta para la renovación de la Iglesia en 1675, su primera preocupación fue la centralidad de la palabra de Dios en la vida de la congregación y de los creyentes como individuos y escribió lo siguiente:

Tomado del Preámbulo a la Constitución y al Reglamento Interno de la Iglesia del Pacto Evangélico.

Debe darse debida consideración a un uso más extendido de la palabra de Dios en nuestro medio. Sabemos que por naturaleza no tenemos nada bueno en nosotros. Si algo bueno llega a haber en nosotros, tiene que ser obra de Dios. Para este fin la palabra de Dios es el medio poderoso, ya que la fe debe ser encendida por el evangelio. Mientras más habite la palabra de Dios en medio nuestro, más fe y más frutos se encontrarán.

 

Lo nuevo en la propuesta de Spener no fue otra doctrina de la inspiración (ya había en aquellos días un acuerdo general sobre la divina inspiración de la Escritura), o un nuevo reconocimiento de la autoridad de la Escritura. Lo nuevo fue su descubrimiento de la naturaleza viviente de la palabra de Dios.

 

La palabra es el medio poderoso para crear nueva vida a través del Espíritu Santo.

Para muchos en los días de Spener, la palabra de Dios era simple información, o ley, o reglas; para Spener la palabra era poder para efectuar cambios, por medio del Espíritu Santo, en la vida del que oye.

El poder dinámico de la palabra de Dios de dar forma a la vida ha estado en el corazón de la Iglesia del Pacto desde su fundación. La palabra que cambia vidas dio lugar a los "conventículos" (hoy les decimos células) pequeños grupos que se reunían para estudiar la Biblia en la confianza de que la palabra de Dios moldearía la vida del creyente y de la comunidad de fieles.

Proveyó el motivo para la lectura privada y devocional de la Biblia, una práctica por la que nuestros fundadores recibieron el apodo de lectores. Estimuló la preocupación por una predicación fiel, no de opiniones humanas, sino de la palabra de Dios, que tiene poder para convencer de pecado e injusticia y para prender el deseo de una nueva vida.

Este poder dinámico de moldear vidas que tiene la palabra nos lleva a afirmar que tanto mujeres como hombres son llamados a servir como ministros ordenados. Es la razón por la que intencionalmente buscamos la diversidad étnica. Es la motivación detrás de todo acto de compasión y justicia a través de la vida de nuestro ministerio compartido.

La Iglesia del Pacto cree que el poder efectivo de la palabra escrita está asociado inseparablemente con el ministerio del Espíritu Santo.

El Espíritu nunca trabaja independientemente de la palabra, y la palabra se hace efectiva por medio del Espíritu Santo.

La unión de palabra y Espíritu es un tema central en la fe evangélica.

Es por la inspiración del Espíritu Santo que la palabra escrita llegó a existir (2 Timoteo 3:16).

Por la acción del Espíritu la palabra de Dios no vuelve vacía, sino que cumple el propósito para el cual fue enviada (Isaías 55:11).

Es por el testimonio interno del Espíritu Santo que al pecador que responde a la palabra se le asegura que ha sido hecho hijo de Dios (Romanos 8:16-17).

Es esencial, entonces, para la vida de la Iglesia, que ésta sea una compañía de gente deseosa de que sus vidas sean moldeadas por la palabra viviente y poderosa de Dios. La alternativa es clara. No ser moldeados por la palabra es ser moldeados por el mundo.

En todo lado, voces atractivas y persuasivas nos urgen a conformarnos al espíritu de esta época. No hay escape de tales penetrantes influencias. Sólo la iglesia que oye y responde a la palabra será capaz de levantar una voz profética en este desierto, y traer sanidad a un mundo confundido y perturbado.




Share by: