Martín Lutero, en medio de la Reforma, hizo una desafiante sugerencia para la organización de la Iglesia: Los cristianos deberían firmar sus nombres y reunirse por su propia iniciativa en alguna casa para orar, leer, bautizar, recibir

el sacramento, y hacer otros trabajos cristianos. En concordanciacon esta orden, quienes no lleven vidas cristianas podrían ser identificados, reprobados, corregidos, expulsados, o ex comunicados, de acuerdo con la norma de Cristo (Mateo 18:15-17).

 

La Iglesia del Pacto busca llevar a cabo el valor de este ideal.

Las raíces de esta visión de la Iglesia se encuentran en dos énfasis fundamentales del Nuevo Testamento:

La Iglesia es una comunión o compañerismo de creyentes, caracterizada por participar y compartir la nueva vida en Cristo.

Pablo llama a la comunidad cristiana "el cuerpo de Cristo", una comunidad compuesta por muchos miembros, cada uno diferente y mutuamente interdependiente (1 Corintios 12:12-30).

 

Cuando estamos en comunión unos con otros, cuando todo el pueblo de Dios está interactuando entre sí en adoración y servicio, es cuando la voluntad de Dios se revela y se discierne con más claridad.

 

El Nuevo Testamento también enseña que dentro de la comunidad cristiana ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni hembra, sino que todos somos uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28). Estas tres áreasraza, clase y géneroya no son una ventaja o una desventaja dentro del cuerpo de Cristo.

 

Esta es una visión multi-étnica, sin clases sociales y con igualdad de género. Reconocemos nuestra necesidad de diversidad étnica, de compañerismo y de ministerio mutuo por encima de las barreras socioeconómicas construidas artificialmente, y de los dones y el liderazgo de mujeres y hombres. Es el deseo de la Iglesia del Pacto mantener esta visión bíblica.

[Ulrich S. Leopold, ed., Liturgy and Hymns (Philadelphia: Fortress Press, 1965) p. 53.]

 

Para trabajar en la misión de Cristo en el mundo. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).

 

La Iglesia de creyentes no es simplemente una institución u organización humana, sino el pueblo a quien Dios ha llamado. El énfasis no está en los edificios o en las estructuras jerárquicas, sino en la comunión de quienes viven la gracia y en la activa participación, mediante el Espíritu Santo, en la vida y la misión de Cristo.

 

La membrecía en la Iglesia del Pacto se obtiene por confesar una fe personal en Cristo Jesús. Está abierta a todos los creyentes. No esperamos que todos los creyentes estén de acuerdo en cada detalle de la fe cristiana. Lo que se requiere es que la persona sea nacida de nuevo en una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos (1 Pedro 1:3).

Pero, si la membrecía está abierta a todos los creyentes, está también abierta a sólo los creyentes. Las puertas de la iglesia son suficientemente anchas para admitir a quienes creen y suficientemente angostas para excluir a quienes no creen, dijeron nuestros fundadores.

 

Esto no significa que los miembros de la Iglesia de creyentes sean perfectos. La Iglesia sabe que siempre será una compañía de pecadores, pero pecadores que han experimentado el perdón y están buscando sanidad en una nueva relación con Dios. Al mismo tiempo afirmamos que todas las personas en todos los estados de fe y de no-fe están bienvenidas a participar en la vida de la Iglesia.

 

La preocupación tanto por la salvación personal como por la justicia social son parte del ministerio. Al mismo tiempo, reconocemos que Dios llama ciertos hombres y mujeres para ser apartados como siervos de la palabra, de los sacramentos y del servicio. Esto no les da a los ministros con credenciales un estatus superior. Sin embargo, se les reconoce el llamado que tienen de parte de Dios y se les da una función especial en la Iglesia, capacitando a la Iglesia para cumplir su misión.


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