By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
El Centro Hispano de Estudios Teológicos funciona bajo la autoridad y el respaldo de la Iglesia del Pacto Evangélico cuya historia se identifica con la Reforma Protestante del siglo XVI, con los movimientos pietistas de Europa en los siglos XVII y XVIII, con los avivamientos del siglo XIX y con el movimiento evangélico misionero del siglo XX. El CHET se adhiere a las aseveraciones de la Reforma Protestante en cuanto a las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, como la Palabra de Dios y la única regla perfecta para la fe, doctrina y conducta. Aprecia especialmente la doctrina de la justificación por la fe como base para su tarea doble de evangelismo y formación cristiana. Como escuela de formación ministerial creemos en la centralidad de la Palabra de Dios, en la necesidad del nuevo nacimiento, en la Iglesia como comunidad de creyentes, en una dependencia consciente del Espíritu Santo y en la realidad de la libertad en Cristo. Todo esto nos afirma para continuar adorando, trabajando y testificando hasta que El venga, hasta el final, para que el mundo entero escuche su voz y reconozca su amor. Para obtener más detalles sobre las convicciones del CHET solicite Las Afirmaciones del Pacto (Chicago: Covenant Publications, 1991) o su versión en inglés Covenant Affirmations (Chicago: Covenant Publications, revisión 1996) en la sede de Compton o a la siguiente dirección: Covenant Publications 8303 W Higgins Road Chicago, IL 606231
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
Manteniendo su consistencia con la afirmación del cristianismo clásico y su propia experiencia histórica, la Iglesia del Pacto afirma como central a su vida y pensamiento ciertos énfasis evangélicos. Entre ellos, los más importantes son los siguientes: " la centralidad de la palabra de Dios, " la necesidad del nuevo nacimiento, " un compromiso con la misión integral de la Iglesia, " la Iglesia como comunidad de creyentes, " una dependencia consciente del Espíritu Santo, y " la realidad de la libertad en Cristo.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
La Iglesia del Pacto declara su posición respecto a las escrituras como sigue: La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la palabra de Dios y la única regla perfecta de fe, doctrina y conducta. Cuando Philipp Jakob Spener presentó su propuesta para la renovación de la Iglesia en 1675, su primera preocupación fue la centralidad de la palabra de Dios en la vida de la congregación y de los creyentes como individuos y escribió lo siguiente: Tomado del Preámbulo a la Constitución y al Reglamento Interno de la Iglesia del Pacto Evangélico. Debe darse debida consideración a un uso más extendido de la palabra de Dios en nuestro medio. Sabemos que por naturaleza no tenemos nada bueno en nosotros. Si algo bueno llega a haber en nosotros, tiene que ser obra de Dios. Para este fin la palabra de Dios es el medio poderoso, ya que la fe debe ser encendida por el evangelio. Mientras más habite la palabra de Dios en medio nuestro, más fe y más frutos se encontrarán. Lo nuevo en la propuesta de Spener no fue otra doctrina de la inspiración (ya había en aquellos días un acuerdo general sobre la divina inspiración de la Escritura), o un nuevo reconocimiento de la autoridad de la Escritura. Lo nuevo fue su descubrimiento de la naturaleza viviente de la palabra de Dios. La palabra es el medio poderoso para crear nueva vida a través del Espíritu Santo. Para muchos en los días de Spener, la palabra de Dios era simple información, o ley, o reglas; para Spener la palabra era poder para efectuar cambios, por medio del Espíritu Santo, en la vida del que oye. El poder dinámico de la palabra de Dios de dar forma a la vida ha estado en el corazón de la Iglesia del Pacto desde su fundación. La palabra que cambia vidas dio lugar a los "conventículos" (hoy les decimos células) pequeños grupos que se reunían para estudiar la Biblia en la confianza de que la palabra de Dios moldearía la vida del creyente y de la comunidad de fieles. Proveyó el motivo para la lectura privada y devocional de la Biblia, una práctica por la que nuestros fundadores recibieron el apodo de lectores. Estimuló la preocupación por una predicación fiel, no de opiniones humanas, sino de la palabra de Dios, que tiene poder para convencer de pecado e injusticia y para prender el deseo de una nueva vida. Este poder dinámico de moldear vidas que tiene la palabra nos lleva a afirmar que tanto mujeres como hombres son llamados a servir como ministros ordenados. Es la razón por la que intencionalmente buscamos la diversidad étnica. Es la motivación detrás de todo acto de compasión y justicia a través de la vida de nuestro ministerio compartido. La Iglesia del Pacto cree que el poder efectivo de la palabra escrita está asociado inseparablemente con el ministerio del Espíritu Santo. El Espíritu nunca trabaja independientemente de la palabra, y la palabra se hace efectiva por medio del Espíritu Santo. La unión de palabra y Espíritu es un tema central en la fe evangélica. Es por la inspiración del Espíritu Santo que la palabra escrita llegó a existir (2 Timoteo 3:16). Por la acción del Espíritu la palabra de Dios no vuelve vacía, sino que cumple el propósito para el cual fue enviada (Isaías 55:11). Es por el testimonio interno del Espíritu Santo que al pecador que responde a la palabra se le asegura que ha sido hecho hijo de Dios (Romanos 8:16-17). Es esencial, entonces, para la vida de la Iglesia, que ésta sea una compañía de gente deseosa de que sus vidas sean moldeadas por la palabra viviente y poderosa de Dios. La alternativa es clara. No ser moldeados por la palabra es ser moldeados por el mundo. En todo lado, voces atractivas y persuasivas nos urgen a conformarnos al espíritu de esta época. No hay escape de tales penetrantes influencias. Sólo la iglesia que oye y responde a la palabra será capaz de levantar una voz profética en este desierto, y traer sanidad a un mundo confundido y perturbado.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
Cuando la Iglesia del Pacto afirma que es evangélica, proclama que el nuevo nacimiento en Cristo Jesús es esencial. Enseñamos que por la muerte y la resurrección de Jesucristo, Dios conquistó el pecado, la muerte y al diablo, ofreciendo perdón de pecados y asegurando vida eterna a quienes siguen a Cristo.4 El nuevo nacimiento es más que la experiencia de perdón y aceptación. Es la regeneración y el don de la vida eterna. Esta nueva vida tiene las cualidades de amor y justicia, así como de gozo y paz. Jesús le dijo a Nicodemo, El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios (Juan 3:3). Entrar al reino no es sólo tener una correcta relación con Dios sino alistarse en el servicio de Cristo. Los propósitos de Dios incluyen la transformación de las personas, como también la transformación del mundo de Dios en un espacio de verdad, justicia, y paz. Como iglesia evangélica creemos que la conversión resulta en vida eterna. La conversión puede ser definida como el acto mediante el cual la persona se vuelve, con arrepentimiento y fe, del pecado a Dios. La conversión incluye un consciente rechazo de la vida de pecado e involucra un compromiso de fe. The Journey: A Leaders Guide for Discipleship/Confirmation (Chicago; Covenant Publications, 2001). La vida eterna no se otorga sólo por asentir con los credos, sino mediante un compromiso personal con Jesucristo. Tan alta doctrina de la conversión no significa que todos los creyentes deban tener dramáticas experiencias de conversión. Aunque nadie recuerda el momento de su nacimiento físico, la vida presente es una evidencia de que eso ocurrió. Así, una persona puede ser verdaderamente convertida, aunque no tenga memoria del momento de su nuevo nacimiento. La vitalidad de la vida es la prueba del nacimiento, no su memoria o recuerdo. Es la voluntad de Dios que todos sean salvos: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tiene por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Sin embargo, es sólo por medio de la gracia de Cristo que podemos ser salvos. Nuestro Salvador declaró, Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:6). Los apóstoles acordaron: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay ningún nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12). La Iglesia del Pacto comparte la preocupación de Dios por la salvación de todos, pero acepta la palabra de Dios que afirma que sólo los convertidos a Cristo Jesús serán salvos. El nuevo nacimiento, sin embargo, es sólo el comienzo de la vida cristiana. Crecer hacia la madurez en Cristo es un proceso, llamado santificación, que toma toda la vida. Ser formado en Cristo es la meta, tanto para los individuos como para las comunidades de creyentes. El Apóstol Pablo agonizaba, como una mujer dando a luz, para que los creyentes pudieran demostrar el carácter de Cristo y su bondad en todo su ser (Gálatas 4:19). En este peregrinaje de ser transformados por el Espíritu Santo a la semejanza de Cristo, el pueblo de Dios experimenta y expresa su amor a Dios y a los demás. El crecimiento espiritual saludable y efectivo se da en el contexto de relaciones, tanto dentro como fuera del grupo. El resultado deseado de este proceso de formación está descrito por el Apóstol Pablo: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13). Ser discípulo de Jesús implica costosa obediencia a todas sus enseñanzas. Tal obediencia, junto a la obra del Espíritu en nosotros, nos equipa para hacer el trabajo del reino, dando testimonio del evangelio y sirviendo a otros en el nombre de Jesús. Aunque no hay un estado de perfección final en esta vida, hay un proceso de crecimiento de principio a fin. Este proceso es tanto un don de Dios como un don de la vida misma (Gálatas 3:3). Junto a los dones de la vida y del desarrollo, el hijo de Dios recibe los dones de la seguridad de la salvación y de la confianza en la fe. El Apóstol Pablo declara: estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6). Así como no hay nuevo nacimiento sin arrepentimiento y fe, no hay desarrollo espiritual sin una vida de disciplina. Disciplina es el cultivo y el cuidado de la vida espiritual en sus dimensiones personal y corporativa. La adoración pública, la participación en los sacramentos, la oración, el estudio de la Biblia, el servicio a otros, la mayordomía, la comunión y otras disciplinas espirituales, todas incrementan el desarrollo cristiano. Una vida de disciplina nos prepara individual y comunitariamente para un apasionado compromiso con la obra de Cristo en nuestro mundo. Es por medio de la gente transformada que Dios transforma el mundo. Por eso es que somos llamados a nueva vida. Una vida de disciplina evita, por un lado, la indiferencia moral y espiritual, y por otro, el legalismo opresivo. En su carta a los Efesios, el Apóstol Pablo declara: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:22-24). Aunque la búsqueda de una vida santa no nos gana el favor de Dios, sí le agrada. Permite que el Espíritu llene al cristiano con gozo y haga del cristiano un agente efectivo de reconciliación.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
La Iglesia del Pacto se ha caracterizado siempre por su trabajo en misiones. El nombre más antiguo atribuido a los del Pacto fue Amigos de las Misiones, gente que había pactado con el propósito de trabajar juntos en la misión común tanto cerca como lejos. Ellos entendieron que el trabajo misionero era el evangelismo y la formación cristiana, así como los ministerios de benevolencia, de compasión y justicia frente al sufrimiento y la opresión. Esta es la herencia del pietismo, que fue instrumental en comenzar el movimiento misionero protestante. Un pietista del pasado, Hermann Francke (1663-1727), describió esto cuando dijo que el cristiano vive para la gloria de Dios y el bien de su vecino. Jesús hizo claro que, si sus seguidores le amaban, debían guardar sus mandamientos. Él dijo, Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40). Éste es el gran mandamiento. La Iglesia del Pacto está también comprometida con la gran comisión de Jesucristo: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mateo 28:19-20). Establecida por el evangelio y la gracia de Jesucristo, la Iglesia existe por cumplir su misión la gran comisión y el gran mandamiento como el fuego existe por la combustión. La misión de la Iglesia es la fe activa en el amor, y los dos no pueden separarse sin disminuir el evangelio. Como la representante de Cristo en el mundo, la Iglesia debe ser un agente de gracia, llevando el mensaje de reconciliación, esperanza, justicia y paz. Al final de su vida, Jesús declaró amigos a sus discípulos, dando a entender que ellos compartían con él una pasión común por su misión en el mundo (Juan 15:13-15).
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
Martín Lutero, en medio de la Reforma, hizo una desafiante sugerencia para la organización de la Iglesia: Los cristianos deberían firmar sus nombres y reunirse por su propia iniciativa en alguna casa para orar, leer, bautizar, recibir el sacramento, y hacer otros trabajos cristianos. En concordanciacon esta orden, quienes no lleven vidas cristianas podrían ser identificados, reprobados, corregidos, expulsados, o ex comunicados, de acuerdo con la norma de Cristo (Mateo 18:15-17). La Iglesia del Pacto busca llevar a cabo el valor de este ideal. Las raíces de esta visión de la Iglesia se encuentran en dos énfasis fundamentales del Nuevo Testamento: La Iglesia es una comunión o compañerismo de creyentes, caracterizada por participar y compartir la nueva vida en Cristo. Pablo llama a la comunidad cristiana "el cuerpo de Cristo", una comunidad compuesta por muchos miembros, cada uno diferente y mutuamente interdependiente (1 Corintios 12:12-30). Cuando estamos en comunión unos con otros, cuando todo el pueblo de Dios está interactuando entre sí en adoración y servicio, es cuando la voluntad de Dios se revela y se discierne con más claridad. El Nuevo Testamento también enseña que dentro de la comunidad cristiana ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni hembra, sino que todos somos uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28). Estas tres áreasraza, clase y géneroya no son una ventaja o una desventaja dentro del cuerpo de Cristo. Esta es una visión multi-étnica, sin clases sociales y con igualdad de género. Reconocemos nuestra necesidad de diversidad étnica, de compañerismo y de ministerio mutuo por encima de las barreras socioeconómicas construidas artificialmente, y de los dones y el liderazgo de mujeres y hombres. Es el deseo de la Iglesia del Pacto mantener esta visión bíblica. [Ulrich S. Leopold, ed., Liturgy and Hymns (Philadelphia: Fortress Press, 1965) p. 53.] Para trabajar en la misión de Cristo en el mundo. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9). La Iglesia de creyentes no es simplemente una institución u organización humana, sino el pueblo a quien Dios ha llamado. El énfasis no está en los edificios o en las estructuras jerárquicas, sino en la comunión de quienes viven la gracia y en la activa participación, mediante el Espíritu Santo, en la vida y la misión de Cristo. La membrecía en la Iglesia del Pacto se obtiene por confesar una fe personal en Cristo Jesús. Está abierta a todos los creyentes. No esperamos que todos los creyentes estén de acuerdo en cada detalle de la fe cristiana. Lo que se requiere es que la persona sea nacida de nuevo en una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos (1 Pedro 1:3). Pero, si la membrecía está abierta a todos los creyentes, está también abierta a sólo los creyentes. Las puertas de la iglesia son suficientemente anchas para admitir a quienes creen y suficientemente angostas para excluir a quienes no creen, dijeron nuestros fundadores. Esto no significa que los miembros de la Iglesia de creyentes sean perfectos. La Iglesia sabe que siempre será una compañía de pecadores, pero pecadores que han experimentado el perdón y están buscando sanidad en una nueva relación con Dios. Al mismo tiempo afirmamos que todas las personas en todos los estados de fe y de no-fe están bienvenidas a participar en la vida de la Iglesia. La preocupación tanto por la salvación personal como por la justicia social son parte del ministerio. Al mismo tiempo, reconocemos que Dios llama ciertos hombres y mujeres para ser apartados como siervos de la palabra, de los sacramentos y del servicio. Esto no les da a los ministros con credenciales un estatus superior. Sin embargo, se les reconoce el llamado que tienen de parte de Dios y se les da una función especial en la Iglesia, capacitando a la Iglesia para cumplir su misión.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
La Iglesia del Pacto, enraizada en el cristianismo histórico, confiesa un solo Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Espíritu Santo continúa la obra creativa del Padre y la obra redentora del Hijo dentro de la vida de la Iglesia. Por esta razón la Iglesia del Pacto ha enfatizado la obra continua del Espíritu Santo. De acuerdo con el Evangelio de Juan, el Jesús terrenal prometió que el mismo Espíritu de Dios que permaneció sobre él (Jn. 1:32) un día vendría a morar en sus discípulos como uno de los resultados de su crucifixión y resurrección. El Espíritu mora con vosotros dijo, y estará en vosotros (Juan 14:17). El Nuevo Testamento afirma que el Espíritu Santo trabaja tanto en los individuos como entre los individuos. Es el Espíritu Santo que acerca a quienes están lejos y distantes, haciéndonos uno en Cristo (Efesios 2:11-22). Es el Espíritu Santo que agita en nosotros un profundo sentido de afecto familiar unos con otros, llevándonos a amarnos los unos a los otros (1 Corintios 15:58). Porque Cristo ha llegado a ser nuestro hermano (Romanos 8:29) es que juntos somos hechos miembros de la familia de Dios (Efesios 3:14-16). El Espíritu de Dios en nosotros gime Abba, al ser adoptados en la familia de Dios como hermanas y hermanos los unos con los otros (Gálatas 4:4-7). Es el Espíritu Santo, Pablo asegura, que nos permite tener un sentido de unidad y propósito común entre los cristianos (Filipenses 1:27; 2:1-2). La comprensión que el Pacto tiene del Espíritu Santo, fundamentada en el Nuevo Testamento, está también informada de la idea de la Reforma de que palabra y Espíritu son inseparables. Es el Espíritu de Dios que da vida a la predicación del evangelio y otorga eficacia a los sacramentos en la comunidad de fe. El Pacto también extrae de su herencia pietista su comprensión del Espíritu Santo. Creemos que es obra del Espíritu Santo poner en el corazón humano el deseo de volverse a Cristo. Creemos que es obra del Espíritu Santo asegurar a los creyentes que Cristo mora en ellos. Creemos que es el Espíritu Santo, en concierto con nuestra obediencia, quien nos conforma a la imagen de Cristo (Romanos 8:28-29). La Iglesia del Pacto cree que el Espíritu de Dios está activo y sopla donde él quiere (Juan 3:8). El Espíritu es el actor preveniente en el drama de la salvación, el que crea el hambre para la vida en Cristo, y el que satisface esa hambre. Nos sorprendemos muchas veces ante la manifestación de los propósitos divinos, conscientes que nuestros caminos y pensamientos no siempre son los caminos y pensamientos de Dios. La Iglesia del Pacto cree con Pablo que el Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes con el propósito de servir a la comunidad cristiana que es el mismo cuerpo de Cristo. Como una Iglesia de creyentes, el Pacto ha valorado el concepto de la Reforma acerca del sacerdocio de todos los creyentes, y lo ve enraizado en la idea de la mutua interdependencia expresada en la noción paulina del cuerpo (1 Corintios 12:12-31). El Espíritu otorga dones a cristianos individuales para el beneficio de otros, no para el beneficio de quien recibe el don. Es el plan de Dios por medio de la obra del Espíritu que en el cuerpo de Cristo nos necesitemos unos a otros. En concordancia, mientras que el Pacto reconoce la legitimidad de todos los dones espirituales, históricamente no ha sido marcada por un énfasis en un don o un tipo específico de dones espirituales. Esta profunda confianza en la tierna dirección del Espíritu ha sido parte de la identidad del Pacto a través de los años.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
La Iglesia del Pacto se enfoca en lo que une a los seguidores de Jesucristo antes que en lo que los separa. El centro de nuestro compromiso es una fe clara en Jesucristo. La centralidad de la palabra de Dios, la necesidad del nuevo nacimiento, un compromiso con la misión integral de la Iglesia, la Iglesia como comunidad de creyentes, y la dependencia consciente del Espíritu Santo forman los parámetros en los cuales se experimenta la libertad. Aquí los seguidores de Cristo encuentran la seguridad para ofrecer libertad los unos a los otros en asuntos que de otra forma los dividirían. Libertad es un concepto frecuentemente malinterpretado. En la cultura occidental libertad se entiende como autonomía e independencia. Nadie, sin embargo, puede ser totalmente autónomo e independiente. La libertad auténtica se manifiesta en una correcta relación con Dios y con los demás. Es por esta razón que la libertad en Cristo es tan altamente valorada en la Iglesia del Pacto. Libertad es un don de Dios en Cristo a todos aquellos que están dispuestos a recibirla. Si vosotros permaneciereis en mi palabra, dijo Jesús, "conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31b-32). Liberación es uno de los principales temas de la Biblia. Temprano en su historia, el pueblo de Dios fue liberado de la esclavitud de Egipto y comenzó su largo peregrinaje hacia la tierra prometida. La historia continúa con el trabajo liberador de los jueces, quienes libraron a Israel de sus enemigos. El más ilustre rey de Israel, el rey David, los liberó de los filisteos y estableció un reino comprometido con el Dios de Israel. Pero ese reino no permaneció. Las Escrituras hebreas terminan con Israel otra vez bajo la esclavitud de sus enemigos, pero esperando la promesa de la liberación de Dios. Por medio de esta historia la libertad del pueblo de Dios no es sólo libertad de, sino de libertad para. Ellos fueron libertados de Egipto para adorar y servir a su Dios. En su ley ellos son llamados no sólo a servirse los unos a los otros, sino también a servir a los extraños, los extranjeros, la viuda y el huérfano a todos quienes sufren y han sido marginados por las circunstancias amargas de la vida. Jesús vino como el ungido de Dios a continuar el programa liberador de Dios. Él nos hace libres, según Pablo, del poder que tenía el pecado para condenar, controlar y destruir. El pueblo de Dios no está sin pecado, pero encuentra en la muerte y la resurrección de Jesús la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Pero, en las Escrituras hebreas, esta libertad nunca es simplemente personal e individualista. Por el poder de su Espíritu que da vida, Cristo nos traslada a un nuevo reino un reino donde la luz, la vida y el gozo prevalecen. Cristo nos libertó para que vivamos en libertad (Gálatas 5: 1a NVI). Así capacitado, el creyente no sólo busca obedecer y seguir a Dios, sino también efectuar la liberación de otros de sus pecados y opresiones. Esta libertad es en Cristo. Por gracia Dios hace de unapersona, según Lutero, un señor perfectamente libre de todos, no sujeto a nadie y al mismo tiempo un siervo perfectamente obediente a todos, sujeto a todos. Para Pablo tal libertad significa que los creyentes son liberados de las opresivas restricciones de la cultura y de los credos para vivir en una nueva realidad: Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo (Gálatas 3:28). La verdadera libertad se encuentra en esta tensión creativa entre el espíritu de señor y de siervo. Dios quiere que las personas sean lo que él quiso que fueran al crearlas en perfecta libertad. Esta libertad no es para auto-indulgencia, sino para servir a la comunidad y al mundo movidos por el amor a Dios (Gálatas 5:13). La Iglesia del Pacto ha buscado honrar las tensiones inherentes de esta libertad. La Iglesia del Pacto ha entendido que la palabra de Dios es soberana sobre cualquier interpretación humana que se haga de ella incluyendo su propia interpretación. La libertad del Pacto opera dentro del contexto establecido por otros principios que la Iglesia del Pacto considera primarias, particularmente la autoridad de la Escritura. Dentro de estos parámetros el principio de libertad se aplica a asuntos doctrinales que pueden llevar a la división. Con una modestia que nace de la confianza en Dios, los del Pacto se han ofrecido unos a otros la libertad teológica y personal cuando los datos históricos y bíblicos parecen permitir una variedad de interpretaciones de la voluntad y los propósitos de Dios. Esto a veces ha llevado a la controversia en asuntos tales como el bautismo, la segunda venida de Cristo, la naturaleza precisa de la inspiración o cómo debe entenderse el sacrificio vicario de Cristo, y varios asuntos de vida y práctica. Sin embargo, ha permanecido constante el compromiso con la Biblia como la palabra de Dios y con el consenso histórico en la interpretación que ha hecho la Iglesia cristiana. Este compromiso con la libertad ha mantenido unida a la Iglesia cristiana cuando hubiera sido más fácil romper la comunión y dividir el cuerpo de Cristo. Para algunos tal libertad no es ninguna libertad. Les gustaría más bien tener claras las órdenes de marcha desde una fuente inapelable de autoridad, en vez de cargar con la responsabilidad de decidir. No es fácil ser libre. Pero tales limitaciones con la libertad no muestran sabiduría sino inmadurez. Muestran personas que no han llegado a su mayoría de edad como herederos de los buenos dones de Dios (Gálatas 3:23-29). Sin embargo, buscar libertad por la libertad es perderla. Libertad no es auto-indulgencia o auto-engrandecimiento, sino servir y amar a Dios, en quien solamente se encuentra la verdadera libertad. La Iglesia del Pacto atesora esa libertad en Cristo y reconoce, como uno de nuestros padres lo dijo, que la libertad es un don y el último de todos los dones para madurar. Mientras tanto habrán preguntas y conflictos. La completa madurez y el entendimiento pleno nos esperan en el día cuando los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos (Apocalipsis 11:15). Mientras tanto nos ofrecemos unos a otros la libertad, ya que para la gente del Pacto libertad no es algo que reclamamos para nosotros mismos, sino que la ofrecemos a otros. Haciendo esto simplemente compartimos el don de la libertad que Dios nos ha dado en Cristo Jesús.
By Leam Ruiz 21 Mar, 2024
La invitación que la gente del Pacto le gustaría extender a todos los que buscan a Dios. ¡Que tu alma sea llena de gozo, que tu corazón redimido se regocije! Que este pensamiento borre tu tristeza: mediante su sangre has sido liberado, el amor de Dios que no falla es tuyo, Dios ha dado a su Hijo por ti. Por su muerte el cielo se ha abierto y has sido rescatado tal como eres. Si estás vacío de sentimientos, ¡regocíjate, eres como una novia redimida! Si los que amas te han despreciado, y la oscuridad te asalta por doquier, tuya es la promesa, ven y pruébala en el dolor y el triunfo, en la risa y el llanto, en necesidad y abundancia, en vida o muerte porque has sido redimido tal como eres. Este bien trasciende a todos: ¡que Cristo murió por ti y por mí! Este es un gozo que fin no tiene ¡Mira el maravilloso amor de Dios! Alabado seas Cordero sin mancha, que en el desierto mi alma guías hacia la ciudad del gozo eterno, para la cual me compraste tal como soy. Peter Jonsson Aschan (1726-1813), traducción al inglés de Karl A. Olsson (1913-1996), The Covenant Hymnal: A Worshipbook (Chicago: Covenant Publications, 1996) No. 494.
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